Respuesta del Maestro de los Dominícos  
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Carlos A. Azpiroz Costa, o.p.
2/2/08

 

ORDO FRATRUM PRAEDICATORUM
CURIA GENERALIZIA

 

Roma, enero 7 de 2008
Fiesta de san Raimundo de Peñafort,O.P.

Prot. N. 17/08/28 PO

A         Todos los que recibieron el documento Kerk en Ambt publicado por la Provincia
           Dominicana Holandesa.

De       El Maestro y la Curia General de la Orden de Predicadores.

            A comienzos de septiembre de 2007, la Provincia Dominicana de los Países Bajos publicó un folleto Kerk en Ambt  y lo envió a todas las parroquias. Además, este folleto fue puesto en circulación más allá de los Países Bajos por los medios de comunicación y por Internet. Este folleto ha provocado muy diferentes reacciones del mundo entero.

            Como resultado, la Curia General de la Orden, después de discusión con nuestros hermanos  holandeses, cree necesario ofrecer una respuesta oficial de nuestra posición. Nos solidarizamos con la preocupación por la escasez de sacerdotes ordenados para servir al Pueblo de Dios, pero no creemos que la solución propuesta por nuestros hermanos esté en armonía con la auténtica y constante tradición de la Iglesia católica. Además no creemos que estuviera dentro de su competencia invitar a una acción pastoral contraria a la práctica de la Iglesia.

            La respuesta adjunta, por el Padre Hervé Legrand, O.P., profesor ordinario del Instituto Católico de París y connotado eclesiólogo francés, representa la posición oficial de la Curia de la Orden de Predicadores. Al ofrecer este articulo como una crítica de la posición publicada por nuestros hermanos holandeses, estamos abiertos a considerar soluciones  alternativas a los graves problemas que enfrentan Holanda y otras partes de la Iglesia. Sin embargo, la búsqueda de una solución debe estar dentro de la fe de la Iglesia e incluir a quienes tienen autoridad propia y ordinaria tanto dentro de la Orden como también dentro de la Iglesia más amplia.

                        Respetuosamente,

                                                                      Fr. Carlos Azpiroz Costa, O.P. 
                                                                            Maestro de la Orden 
                                                          y el Consejo General de la Orden de Predicadores

 

Convento Santa Sabina (Aventino) – Piazza Pietro d’Illiria, 1 – 00153 ROMA
( +39 06 57940 204 - FAX  +39 06 575 0675 – e-mail  s.usa@curia.op.org

 

EL INFORME DE LA PROVINCIA DOMINICANA DE LOS PAÍSES BAJOS
SOBRE MINISTERIOS ORDENADOS E IGLESIA

(Lectura eclesiológica hecha por fray Hervé Legrand op, por petición del Maestro de la Orden)

Ante la grave carencia de sacerdotes en la Iglesia de los Países Bajos, la provincia dominicana envió de manera oficial a las 1.300 parroquias del país un Informe que las exhorta a hacer presidir la celebración eucarística por cristianos no ordenados (“instamos a la parroquias a obrar de esta manera”, p.29); esto, en caso de que el obispo rehusara ordenar al cristiano o a la cristiana designado/a para tal efecto por los feligreses(1).

El Informe, ordenado por el provincial y su consejo, “recibido” y distribuido por ellos, contiene una introducción que precisa que “no debe tomarse como una directiva o como una propuesta doctrinal sino como una contribución para reanudar y profundizar la discusión” (p. 6). Esta precisión, en cuanto tal, provocará dos comentarios de parte de todo lector atento.

Primer comentario. Esta precisión era forzosa, pues el provincial de una orden religiosa, en cuanto tal, cuente o no con la asistencia de su consejo, no tiene competencia ni responsabilidad para dar directivas a las parroquias de todo un país(2) y menos aún para recomendarles obrar contra la doctrina de la Iglesia católica. Pero es legítimo, claro está, proponer un debate para profundizar en cualquier problema grave mal resuelto. El derecho canónico garantiza esta libertad a los católicos(3) y aun hace de ella una obligación en determinadas circunstancias(4). El Nuevo Testamento ya invita a someter las propias opiniones al dictamen de los otros cristianos: “Os hablo como a personas razonables”, escribe Pablo a los Corintios y no duda en añadir “juzgad vosotros lo que digo(5), en relación precisamente con la Cena del Señor. Su consejo a los Tesalonicenses es también familiar: “No apaguéis el Espíritu; no despreciéis la  profecía; examinad todo: retened lo bueno; apartaos de toda clase de mal”(6).

Segundo comentario. Es sorprendente ver al provincial y a su consejo calificando de invitación al diálogo a un Informe que, en realidad, invita a crear un hecho cumplido. Esperan así elevar el nivel de la discusión, mientras el Informe se sitúa ya en el plano de la acción. Además, ¿cómo se puede invitar a celebrar la eucaristía de una manera contraria a la doctrina católica, sin precedente alguno en la tradición? En efecto, la Cena del Señor no es solo uno de los siete sacramentos; es el más importante de ellos y el sacramento mismo de la unidad de los cristianos. ¿Cómo creer, entonces, que semejante mensaje no es en modo alguno una toma de posición doctrinal? Si no es hipócrita o contradictorio, este acto es al menos resultado de una comunicación paradójica (7).

Al lanzar ahora el debate alrededor de este acto, conviene adelantarlo siguiendo reglas claras y adecuadas, como todo debate digno de tal nombre. Para este fin se propone aquí un análisis crítico del Informe desde el punto de vista de las reglas de la comunicación, que suponen escuchar a todos aquellos a quienes compete y esto según los métodos correspondientes a los temas suscitados y respetando las diversas competencias requeridas. Si no es así, se opondrán en vano unas convicciones a otras y, al final, la frustración será general, sin ningún provecho para una situación que es calamitosa.

I.         EL DESCONCIERTO PASTORAL DE LAS DIÓCESIS DE LOS PAÍSES     BAJOS JUSTIFICA LA ALARMA DE LOS AUTORES DEL TEXTO: ES UN GRITO DE CONCIENCIAS CATÓLICAS. ESTO DEBE RECONOCERSE, INDEPENDIENTEMENTE DEL VALOR INTRÍNSECO DE LA ARGUMENTACIÓN TEOLÓGICA Y PASTORAL

Las estadísticas reproducidas en el Informe, que no he verificado, son impresionantes. Solo se tendrá en cuenta que en la diócesis de Groningen la mitad de las celebraciones dominicales se realizan sin presencia de sacerdote; en la diócesis de Bois-le Duc, solo en el año de 2004, 95 parroquias más quedaron sin misas y solo 50 se sumaron a las que ofrecen celebraciones dominicales sin misa (8).

El Informe revela también una percepción de las realidades litúrgicas y eclesiológicas cada vez más pobre en términos teológicos. Se está muy lejos del clima atestiguado por la famosa respuesta del presbítero Saturnino que, en tiempos de Diocleciano, reunió el domingo en su casa a la comunidad cristiana, a pesar del edicto imperial, sabiendo que eso le acarrearía la condena a muerte: “Con plena conciencia hemos celebrado dominicum… Sine dominico esse non possumus” (9). Ahora las discusiones se concentran en el poder: ¿Quién tiene el poder de designar los ministros? ¿Quién tiene el poder de consagrar? O alrededor del estatus personal de los ministros: ¿Pueden estar casados? ¿Deben ser célibes? ¿Hombres? ¿Mujeres? Etc.

La situación pastoral y teológica descrita aparece tan caótica como en los primeros decenios de la Reforma del siglo XVI. Esa, al menos, ha sido mi sensación.

Se comprende entonces que, ante la petición del capítulo de la provincia, el Provincial y su consejo se hayan encargado de lanzar un grito de alarma; así de grave era la situación. El Maestro de la orden y su consejo, por su parte, tomaron nota de la situación que los motivaba, interpelándolos al mismo tiempo sobre el contenido del Informe, que no podían aprobar.

*

El presente análisis es obra de un teólogo que ha reflexionado ante todo sobre la teología de la Iglesia, que es una disciplina práctica y dogmática. El capítulo provincial había pedido “un comité o grupo de trabajo compuesto por expertos (…) para estudiar los aspectos teológicos de la cuestión” (10). La lectura de las 25 páginas de su Informe deja sin embargo la impresión de una carencia real de espíritu crítico (II), poco cuidadoso de las leyes de la comunicación. En cuanto a los enunciados doctrinales, comparados con los recursos que ofrece la teología, parecen demasiado toscos (III).

Estas dos debilidades le impiden al Informe lograr su objetivo. Digamos por qué.

 

II. UNA REFLEXIÓN INSUFICIENTEMENTE CRÍTICA

Para compaginar posiciones pastorales tan alejadas unas de otras hay que conjugar la argumentación teológica con el arte de comunicar. Uno no puede quedarse en ideas generales no verificadas. Si hay ausencia de conceptualización crítica, respetuosa de la complejidad de lo real, uno no será comprendido.

2.1 Ausencia de conceptualización crítica

Todo el Informe está estructurado alrededor de la oposición entre la base y la jerarquía. ¿Es posible adherirse sin reserva a una idea tan general y tan simple? En 21 páginas se puede notar:

- 28 veces el término autoridad oficial (o sus equivalentes: autoridad de la iglesia, oficiales de la iglesia, autoridad superior, etc.). En relación con la repetición de estas palabras se imponen dos anotaciones:

1º) casi sin excepción, el uso de estos términos es peyorativo. La autoridad aparece asimilada a bloqueo (p. 10, fin 2º §), a prohibición (p. 10, último §), a obstáculo (p. 12, línea 1), a imposibilidad (p. 12, última línea). De la autoridad solo se toman en cuenta sus características negativas.

2º) Además, se supone que los cristianos designados como “portadores oficiales de la autoridad” están todos de acuerdo en todo, cosa poco probable. Rara vez se los personaliza: solo una vez se designa un obispo en cuanto tal (p. 7), Ellos ignorarían sistemáticamente la “experiencia de comunidad de fe”. A esta, en cambio se la valora como poseedora siempre de la razón. En efecto,

- 22 veces opone el Informe lo de arriba (“la autoridad oficial”), siempre negativo, y lo de abajo (“abajo”, “de base”, “nivel de comunidad de fe”, siempre positivo.

Esta oposición repetida cincuenta veces en 21 páginas (más de dos veces por página) impregnará el inconsciente de todo lector. No animará a nadie a buscar un diálogo con “la autoridad oficial”, que es sin embargo el objetivo buscado por el capítulo provincial.

Primer déficit: el Informe descalifica a priori a una parte de los interlocutores interesados. ¿Ayudará a entablar el diálogo con todos, pedido por el capítulo provincial?

Independientemente de la intención  de sus redactores, el Informe no da la palabra a todos. La encuesta mencionada (“sondeos”, p. 15) no dice nada sobre su método, sobre la muestra seleccionada no da ninguna cifra. Presentar, entonces, la “base” como globalmente favorable a todos los objetivos del Informe indistintamente, despertará el escepticismo de toda mente medianamente crítica y no favorecerá un diálogo abierto(11) .

Por otra parte, como se ha visto, el Informe descalifica a los obispos como tales: administradores anónimos y legalistas, alejados de la experiencia de fe de los fieles, solo saben “prohibir, bloquear, obstaculizar, hacer imposible” (ver las cifras citadas antes). Si así se les trata ¿qué gana tendrán de encontrarse con sus interlocutores? En términos de ciencias de la comunicación, si uno mismo hace imposible lo que pide, propone una “profecía que se cumple por sí misma” (“self-fulfilling prophecy”)!

Así se está lejos del deseo del capítulo provincial: ¿“crear un diálogo abierto en que todas las partes interesadas pudieran participar”(12)?

Segundo déficit: al abonar a la “base” todas las cualidades atribuidas antes a la “cúpula”, el Informe se contenta con invertir la problemática que combate, sin ayudar a sobrepasarla.

El Informe deplora la oposición entre la base y la jerarquía(13), pero no sale de ahí. Es como si se hubiera sacudido la polvareda pero siguiera cayendo el mismo polvo.

Se puede comprobar: “la Iglesia de abajo” se menciona 22 veces y siempre positivamente, mientras que, de 28 menciones de “la Iglesia de arriba”, 24 son negativas y solo 4 positivas. La única enseñanza del Vaticano II tenida en cuenta, repetida con frecuencia, es que, con el orden actual de los capítulos 2 y 3 de Lumen Pentium, se ha invertido la pirámide eclesial.

Para “renovar las discusiones en un nivel más profundo(14), -petición del capítulo provincial-, ¿bastaría esa simple inversión de la pirámide?

Tercer déficit: una valorización sistemática, pero poco realista, de las virtudes de la base.

Un poco de familiaridad con las ciencias humanas habría podido evitarle al Informe el manifestarle a la “base” un crédito originado mucho más en la creencia o en la ideología que en un análisis científico, basado en la historia y la sociología.

La historia real muestra que la base social puede rechazar los progresos científicos (los de Darwin y de Pasteur), tecnológicos (rechazo del maquinismo), sociales (rechazo de la instrucción obligatoria o de la cotización social). Esas mismas actitudes se comprueban en el ámbito artístico (en pintura, por ejemplo) o político (populismo y xenofobia).

En la vida de la Iglesia se notan actitudes paralelas: rechazo de la exégesis científica o inclinación hacia lo maravilloso (falsas apariciones); se señala algo aún peor: al amoldarse a la democracia sin distanciarse, el luteranismo alemán fue llevado a la catástrofe. K. Barth, D. Bonhöffer y otros, al hacer recordar que la fe cristiana no podía confundirse con las opiniones de la base, por mayoritaria que sea, salvaron el honor promoviendo una Iglesia que confiesa su fe.

Al valorizar hasta ese punto a la base, el Informe trasmite entonces un vacío en el plano de la sociología del conocimiento, que tiene su paralelo en la manera como el Informe presenta la enseñanza del Vaticano II sobre el pueblo de Dios, a saber como si el pueblo de Dios fueran los laicos solos, siendo que incluye siempre al episcopado.

En términos de comunicación hay que señalar todavía un cuarto déficit.

Cuarto déficit: el Informe mezcla cuestiones muy diversas, con el resultado previsible de que ninguna obtendrá respuesta. 

Al final el Informe enuncia el siguiente criterio normativo para salir de la crisis: “Que (los presidentes de celebraciones eucarísticas locales) sean hombres o mujeres, homosexuales o heterosexuales, casados o célibes, no viene al caso”(15).

Como el Informe invita al debate, debatámoslo. En efecto, en tal situación de crisis es importante encontrar criterios de solución. Queriendo ser fiel a su vocación de frailes predicadores, el Informe opta por una actitud que puede llamarse “profética”; en el caso, por una militancia que quiere llegar al final de todo prejuicio, militancia muy extendida en los media contemporáneos, solo en Occidente, debe anotarse. En ellos se denuncian los arcaísmos de la cultura católica con sus actitudes injustas, arrogantes u ofensivas hacia los casados, las mujeres y los homosexuales. Bueno, pero discutamos sobre el método consistente en enunciar a priori tal criterio normativo.

Primer debate: tal actitud es contradictoria con el objetivo enunciado por el capítulo provincial: “crear un diálogo abierto en el que todas las partes pudieran participar”.

Al decidir que tal es el criterio que se ha de utilizar, se insta a los lectores a adherirse a él y no a discutirlo! Por lo demás, el Informe mezcla constantemente análisis y normatividad(16). Pericia y profecía son, claro está, legítimas y necesarias, pero su mezcla simultánea plantea una pregunta: ¿Puede uno, a un mismo tiempo, ser experto, militante y votante?

Sin haber leído a Max Weber se sabe que es imposible. ¡Los gobiernos habitualmente evitan nombrar a un campesino en el ministerio de agricultura! Si realmente se quiere un diálogo abierto, hay que hacer que se sienten alrededor de una mesa redonda expertos, militantes y votantes. En el Informe, por el contrario, la palabra militante ocupa todo el espacio, con el riesgo muy previsible de gritar en el desierto. Esas leyes de la comunicación social también valen para los frailes predicadores.

Segundo debate: una comunicación así, por mezclar “proféticamente” varias cuestiones heterogéneas, programa su propio fracaso en términos de acción y retarda el bien posible en nombre de un ideal que sabe que es imposible.

Los autores del Informe tienen el cuidado de comunicarse en inglés y tienen por consiguiente acceso a los media anglosajones. Están por tanto informados de los efectos reales producidos por la ordenación de un obispo homosexual en la Iglesia episcopal de los Estados Unidos: en el plano nacional, creación de nuevas diócesis cismáticas y en competencia; en el plano mundial, ruptura de la comunión anglicana. La Iglesia anglicana de Nigeria, la más numerosa del mundo ¿cómo podría aceptar el estar en plena comunión con este obispo, en un país en que el Islam, ligeramente mayoritario, es fuertemente fundamentalista? Ser una comunión mundial es un propósito cristiano muy importante, ¿puede lograrse si los ministros de la comunión se convierten en causa de cisma? Además, esta lucha contra la homofobia, percibida como indisociable del imperialismo cultural occidental, ¿no la ha reforzado en numerosas regiones del mundo?

Finalmente, los que se aíslan en su cisma ya no pueden influir en la vasta comunión anglicana. ¿Puede el resultado obtenido regocijar a los “militantes”? ¿Está de acuerdo con sus intenciones?

Volvamos al Informe. Al enunciar un criterio que amalgama ordenaciones de hombres casados, cristianas, homosexuales (ellos, ellas), los autores conocían ese precedente, que representa un caso prototípico. ¿Quién no ve que el Informe aleja así la posibilidad de ordenar cristianos casados? Querer que todo cambie, ¿no contribuye a que nada cambie?

En términos de acción, cada uno conoce ya la respuesta.

El Informe va más lejos. A su discurso de convicción añade un llamamiento a la acción que ya se indicó. “Instamos a las parroquias a emprender ese camino con fuerte confianza en sí mismas y con valentía(17). Lo que equivale a animar a esas parroquias a excomulgarse a sí mismas si lo llevan a cabo. Mientras ya san Ignacio de Antioquia escribía hacia el año 120: “Que solo se mire como legítima la eucaristía que se realiza bajo la presidencia del obispo o de aquel a quien él encargue(18) y mientras en 2007 toda eucaristía católica continúa haciendo memoria del obispo del lugar.

El Informe, como se ve, no solo se arriesga a agravar la polarización de la Iglesia de los Países Bajos, sino también a invitar al cisma en el marco mismo de la celebración del sacramento de la unidad.

Conclusión

Al final de esta primera lectura, hecha en términos de comunicación, se desprenden dos conclusiones en el terreno dominicano:

1) El Informe y su difusión casi no son fieles a las resoluciones del capítulo provincial. No se siguió la petición de incluir en el debate a todas las partes interesadas  (p. 5). No se hizo trabajar a un comité de expertos capaz de “renovar la discusión con profundidad” (p. 6), o de una “estrategia de comunicación” (p.6). No hay nada nuevo en un análisis que opone la base a la jerarquía; la confianza sin crítica otorgada a la base no es muy científica; al mezclar condición de expertos con actitudes proféticas tampoco se dan muestras de estrategia.

2) El Informe y su difusión son discutibles en el plano doctrinal porque recurren a métodos de reflexión y de acción inadecuados.

El provincial de los Países Bajos y su consejo no fueron suficientemente críticos  sobre sus métodos de reflexión y acción. Un debate fructuoso con ellos requiere tomar conciencia de esto. Oponerles directamente “razones doctrinales”, aunque puede y debe hacerse, sería un error. Solo pueden ser rechazadas por quienes, entre los redactores, tienen la certeza de haber propuesto la solución buena y de ser los representantes de una teología evangélica abierta, frente a las “autoridades” que traicionan el Evangelio por su institucionalismo legalista y su arcaísmo cultural. Lo más importante, si se quiere llegar a un debate realmente doctrinal, es comprender primero cómo pudieron los interesados situarse en este estado de espíritu.

III. LOS CRITERIOS DOCTRINALES PROPUESTOS POR EL INFORME NO PUEDEN FUNDAMENTAR LAS INICIATIVAS RECOMENDADAS A LAS PARROQUIAS.

Para examinar la rectitud doctrinal de las iniciativas recomendadas a las parroquias se hará referencia a las exigencias del capítulo provincial, que pedía que un grupo de trabajo, constituido por expertos, estudie los aspectos teológicos de la cuestión (p. 5) y renueve las discusiones en un plano más profundo (p. 6). Doctrinalmente, el texto actual, al menos a nuestro parecer, no corresponde a esas exigencias porque es muy débil en numerosos enunciados particulares (3.1) y sobre todo porque es erróneo en los fundamentos que pretende dar a la iniciativa recomendada a las parroquias: hacer celebrar la Cena del Señor por un cristiano o una cristiana que el obispo haya rehusado ordenar (3.2).

3.1. El Informe presenta muchas debilidades en sus afirmaciones particulares. 

El Informe quiso ser simultáneamente un informe “de expertos” y un llamamiento dirigido a todas las parroquias del país. ¿No será esta la fuente de grandísimas simplificaciones históricas y de numerosas afirmaciones doctrinales por lo menos aproximadas? Se pueden ilustrar mediante la p. 18, arriba, típica del conjunto.

Allí se lee “que en el curso de la historia” (sic), se llegó a una visión “piramidal”. Se describe en los términos del Pseudo-Dionisio que, sin embargo, no influyó en los textos litúrgicos occidentales (19). En el siglo XII tampoco afectó el equilibrio de los ministerios, descrito por el beato Guerrico de Igny como sigue:

“No debemos creer que las virtudes de que acabamos de hablar solo sean necesarias al sacerdote, como si él solo consagrara y ofreciera el sacrificio del cuerpo de Cristo. Él no sacrifica solo, él no consagra solo, sino toda la asamblea de fieles que está presente consagra con él, ofrece con él el sacrificio”(20).

Sobre este punto s. Tomás de Aquino y la escolástica introdujeron realmente una ruptura, al comprender la acción de los ministros según la categoría aristotélica de causa instrumental, pero esto vuelve a excluir la perspectiva de Dionisio. De hecho, “el curso de la historia” se reduce a la influencia innegable de Dionisio sobre la figura del sacerdote de la Escuela Francesa, que en el siglo XIX se impondrá en amplios sectores católicos.

El parágrafo siguiente afirma dos veces, seguramente por distracción, que en teología católica “los sacramentos solo tienen efecto si son administrados por ministros ordenados(21), pues cristianas y cristianos pueden bautizar en caso de necesidad y ellos son los ministros de su matrimonio; la presencia de su párroco evita la clandestinidad del acto. Pero también se avala allí tres veces la idea de que, por la ordenación, “el sacerdote es cambiado esencialmente porque toda su persona y su esencia son santificadas”. Es claro que nada de esto se encuentra en Tomás de Aquino o en la escolástica, para quienes la gracia de la ordenación es una gracia para los demás cristianos y no para el sacerdote mismo; los manuales más mediocres no enseñan nada distinto en la víspera del Vaticano II(22).

El texto continúa afirmando que “de esta manera nace (comes into being) entre laicos y ministros ordenados una “diferencia de esencia” que es indeleble”. El adjetivo “indeleble” ha de ser una alusión al hecho de que no se puede recibir dos veces el bautismo, la confirmación y la ordenación, hecho que el concilio de Trento unió a la impresión de una “marca imborrable en el alma”.  Pero no por eso enseñó que el carácter efectuara una transformación ontológica del sacerdote(23), cosa que se repite aquí(24), y que en vano se buscaría en los manuales de teología posteriores(25). Si esta clase de error estaba difundido popularmente entre algunos católicos neerlandeses, unos expertos deberían haberlo corregido. En un país confesionalmente dividido, hacen suyo aquí un prejuicio protestante que se encuentra aun en enciclopedias científicas(26).

Se objetará: Ciertamente es lamentable que unos feligreses reciban informaciones inexactas y aun erróneas. Pero en relación con el problema de fondo que presenta el Informe, ¿no es eso “colar el mosquito y tragarse el camello” (Mat 23, 24)?

Porque el problema de fondo planteado por el Informe es digno de consideración, por eso hay que cerciorarse de la competencia de la invocada asesoría de expertos. Lo que precede habrá mostrado que no es de primera calidad científica(27). Queda todavía por comprobar que en lo esencial es todavía más deficiente.

3.2. El Informe no demuestra en absoluto su afirmación central según la cual la tradición, el Vaticano II y el estado actual de la teología fundamentan la autenticidad de una eucaristía celebrada por cristianos elegidos por los feligreses pero no ordenados por el obispo. 

Hay que volver a leer el llamamiento a la acción con que concluye el Informe. Se debatirán sucesivamente las tres tesis esenciales allí formuladas. Si la primera tesis es aceptable, las otras dos, que quedan sin demostración, son inaceptables en la doctrina católica.

1)      La participación de los feligreses en la elección de los ministros ordenados es teológicamente legítima: “Con real insistencia exhortamos a las parroquias a escoger en su seno a sus dirigentes o a su equipo de dirigentes” (p.28).

Esta participación no despierta ninguna dificultad teológica; queda por evaluar su factibilidad y oportunidad. La historia muestra, en todo caso, que era una práctica muy frecuente en los países germánicos y en Italia hasta la Reforma y aun después(28). Suobre ese punto la asesoría general del informe es buena (p.13 mitad; p.24 abajo y p. 25 arriba). Habría podido insistir simplemente en el hecho de que si la elección hace parte del proceso de ordenación, ser elegido nunca ha bastado para ser ordenado. La sección III, que trata de la eucaristía, desafortunadamente permanece muda sobre la estricta correlación entre comunión eucarística y comunión eclesial, posición absolutamente unánime desde los orígenes de la Iglesia. Se pierde de vista que la Cena del Señor es el sacramento de la unidad de la Iglesia, puesto que se considera normal que no cristianos participen de ella(29). La exhortación a que se celebre la eucaristía por un cristiano a quien su obispo rehusó ordenar es la más clara negación de esta correlación.

2)      La celebración de la eucaristía por un cristiano a quien el obispo no ha ordenado es contraria a la doctrina católica y es de hecho una conducta cismática. “Sobre el fundamento de la prioridad del ‘pueblo de Dios’ sobre la jerarquía (…) si un obispo diocesano rehúsa ordenar (a esta o a estas personas), las parroquias deben cerciorarse de que sin embargo tienen entonces la capacidad de celebrar una eucaristía real y auténtica” (p.28):”las exhortamos a obrar de esta manera con gran confianza en sí mismas y con valentía” (p. 2

Celebrar la eucaristía fuera de la comunión de la Iglesia y contra el obispo del lugar fue comprendido desde los orígenes como la instauración de un cisma y su señal por excelencia por s. Ignacio de Antioquia (hacia 120)(30), s. Cipriano (hacia 250)(31), s. Jerónimo (comienzo del s. V)(32), s. Agustín (comienzo del s. V)(33), el papa Pelagio (mitad del s. VI)(34). Por otra parte, de manera inmemorial hasta hoy, en cada celebración eucarística se recuerda al obispo del lugar para significar esto.

El apoyo que se pretende encontrar en la prioridad el pueblo de Dios sobre la jerarquía en el Vaticano II, -único argumento aducido para afirmar que una eucaristía celebrada rehusando la comunión con el obispo diocesano es “real y auténtica”-, es puramente falaz: no se puede señalar un solo texto en ese sentido. Si lo hubiera, el debate estaría concluido.

La realidad del pueblo de Dios(35) implica la de un ministerio que está a la vez en la Iglesia y frente a ella(36). Cuando se suprime ese en y ese frente a, se pierde la clave fundamental de la identidad tanto de los ministros como de las comunidades en cuanto comunidades locales(37).

La  asamblea local que decidiera seguir la exhortación del Informe optaría por una eclesiología de espaldas a la eclesiología del pueblo de Dios, para reducirse a secta. También volvería la espalda a la eclesiología reformada que ciertamente acepta, excepcionalmente y en caso de necesidad, que no ordenados presidan la Santa Cena, pero obligatoriamente con delegación de la autoridad pastoral y no contra esta autoridad. Ningún teólogo, sea cual sea su pertenencia eclesial, reconocerá en el Informe la eclesiología de la Iglesia católica o de la Iglesia ortodoxa: ambas ponen un vínculo irrompible entre comunión eucarística y comunión eclesial. Rechazar ese vinculo fundador (ver 1 Cor 11, 17-34) no resolverá nada porque, por el contrario, es él el que reclama que se ordenen pastores. Exhortar a las parroquias a obrar en ese sentido es, pura y simplemente, exhortarlas al cisma.

3)      Los llamamientos a la acción no se basan ni en el Vaticano II ni en los trabajos teológicos. “En conclusión, una vez más, subrayamos que nuestra tesis  se basa en las declaraciones del Vaticano II y en publicaciones, a partir del concilio, de teólogos profesionales y de expertos en pastoral” (p. 29)(38).

En vano se buscaría un solo texto del Vaticano II que pudiera fundamentar la acción preconizada por el Informe. Ni su letra ni su “espíritu” legitiman celebrar la eucaristía rechazando en este mismo acto la comunión con el obispo. Lumen Gentium lo rechaza explícitamente(39).

En la bibliografía final, que remite a la autoridades teológicas, se buscaría también en vano una cita precisa y verificable que fundamentara esta tesis. Si el P. Schillebeeckx no excluye, a título de hipótesis, que sería posible una eucaristía en ausencia de sacerdote, en caso de necesidad extrema (persecución), él deja esta hipótesis en estado de hipótesis(40). A fortiori, no considera él que un cristiano a quien su obispo hubiera rehusado ordenar, caso muy diferente, pudiera presidir la eucaristía(41).

Los feligreses a quienes se dirige el Informe tendrán sobre este asunto las mismas exigencias de seriedad que en el resto de su vida: si uno de los suyos se ve afectado por una grave enfermedad confiarán en un médico reconocido por la facultad de medicina; en caso de conflicto jurídico, en un abogado perteneciente al cuerpo de abogados, etc. En el caso presente se preguntarán seguramente si pueden considerar como realmente teológica una posición que no sostendría ninguna facultad de teología católica a través del mundo.

CONCLUSIÓN GENERAL

¿Podría la orden de los frailes predicadores aprobar, más que las facultades de teología, la conclusión de un Informe que invita al conjunto de parroquias de un país, inclusive del mundo entero, a pasar a la acción, contradiciendo claramente la doctrina católica? Nadie podrá entonces admirarse de que el Maestro de la Orden, que no fue informado previamente, asuma sus propias responsabilidades ante una iniciativa tan pública: sus conversaciones con los responsables provinciales probablemente no podrán quedar consignadas en este debate. Él y su consejo lo decidirán.

Si nos limitamos a consignar el debate teológico, hay que dejar constancia del hecho de que el grito de alarma de las autoridades provinciales, como tal, se justifica. No es suficiente señalar sus errores doctrinales y sus debilidades de comunicación, aunque puedan retardar la solución de un problema que los llevó a expresarse con un radicalismo que se consideró necesario criticar con fuerza.

El Informe tiene razón en subrayar que no se han sacado todas las consecuencias eclesiológicas legítimas del Vaticano II. Eso es evidente. Además, según el último concilio, el estatuto actual de los sacerdotes no es el único posible: Presbyterorum Ordinis 16 dice que “la continencia perfecta y perpetua no está exigida por la naturaleza del sacerdocio” y hace un elogio sin reservas de los sacerdotes católicos actualmente casados(42). A la luz de la última frase del Código de derecho canónico (“La salvación de las almas debe ser siempre en la Iglesia la ley suprema”) podrían también los pastores amoldar la ley del celibato, si resulta ser hoy la causa principal de la escasez de sacerdotes.

Sin embargo, el envío del Informe a todas las parroquias del país creó un problema real: un acto así sobrepasa con mucho el llamamiento a la opinión pública católica. Sobre bases de ninguna manera firmes, contiene una invitación a obrar con consecuencias eventualmente muy graves. Si reconocen que hubo algo más que una debilidad, las autoridades de la provincia de los Países Bajos deberían poder contar con la ayuda del Maestro de nuestra orden, alejados de los esquemas de una obediencia secular, comprendida como “mandato y ejecución” y, al resolver lo que se ha convertido en un “affaire”, ¿no se comprobará la verdad de Prov 18, 1: “un hermano ayudado por su hermano es como una ciudad fortificada”(43)?

Y continuando con las figuras, la Orden podría quizá, desautorizando el texto actual, expresar públicamente su preocupación de ver tantos miembros del pueblo de Dios que continúan errantes como “un rebaño sin pastor” (Mc 6,34).

Fray Hervé Legrand op
maestro en teología
profesor honorario del Instituto Católico de París

 


 

(1)  La paginación de las citas corresponde a la traducción inglesa de Kerk en Ambt (Iglesia y Ministerio). Dicha traducción es confiable, pues es obra de uno de los redactores del Informe.

(2)  Inclusive del mundo entero, ya que en traducción inglesa se difundió por Internet.

(3) Ver el canon 218: “Quienes se dedican a las disciplinas sagradas gozan de una justa libertad de investigación, como también de expresión prudente de sus opiniones en las materias en que son competentes, guardando el debido respeto al magisterio de la Iglesia”

(4)  Ver el canon 212, § 3: “Según la ciencia, la competencia y el prestigio de que gozan, tienen el derecho y aun a veces el deber de dar a los sagrados pastores sus opiniones sobre lo atinente al bien de la Iglesia y de hacerlo conocer por los otros fieles, mientras queden a salvo la integridad de la fe y de las costumbres y la reverencia debida a los pastores y se tengan en cuenta el bien de la comunidad y la dignidad de las personas”

(5)  1 Cor 10,15.

(6)  1 Tes 5,19-22.

(7)  Este tipo de comunicación, aquejada de contradicción interna, fue estudiado particularmente por P. Watzlawick: Ver P. Watzlawik, J. Helmick Beavin y D. Jackson, Pragmatics of Human Communication. A Study of International Patterns, Pathologies and Paradoxes, New York, 1967.

(8)  Al final de la p. 14 y al comienzo de la p. 15.

(9)  T. Ruinart, Acta primorum martyrum sincera, Paris, 1549, p. 414. Señalemos que la Conferencia episcopal de Italia tituló así su Carta pastoral sobre el domingo (ver “Senza la domenica non possiamo vivere” en IlRegno-documenti 3/2005, 78-80) y que muy acertadamente puso el mismo título al Congreso eucarístico que organizó en Bari en mayo de 2005. (Sin el domingo no podemos vivir. Nota del traductor).

(10)  P. 5.

(11)  “crear un diálogo abierto en que todas las partes interesadas puedan participar”, “pensar una estrategia para facilitar este diálogo abierto”, p. 5, líneas 1 y 3 de abajo.

(12)  Ver nota anterior.

(13)  Así en la p.13, penúltimo § se propone “una acción combinada de arriba y de abajo”; idem p. 14, § 2; deseo análogo en p. 19 abajo; el § 2 de la p. 25 habla de la participación de los jefes de las comunidades vecinas en la ordenación del obispo del lugar.

(14)  P. 6, abajo.

(15)  P. 28 arriba.

(16)  Las págs. 13-14, por ejemplo, son muy normativas, a pesar de estar situadas en la parte analítica.

(17)  P. 29, línea 1.

(18)  A los cristianos de Esmirna, VIII, 1 (Sources chrétiennes, p. 162-163).(Ver BAC, Padres apostólicos, p. 493. Aunque no se siguió esa traducción. N. del T.)

(19)  Es fácil mostrar que Dionisio no influyó en la liturgia occidental; ver, por ejemplo, Benedicta Droste, “Celebrare” in der römischen Liturgiesprache. Eine liturgie-theologische Untersuchung, (Münchener Theologische Studien. II Systematische Abteilung, 26 Band). Max Hueber Verlag, München, 1963; concluye su tesis. ““celebrare” es siempre una acción de naturaleza comunitaria y pública”. También Rupert Berger, Die Wendung “offerre pro” in der römischen Liturgie (Liturgiegeschichtlichen Quellen und Forschungen 41), Aschendorff, Münster, 1968, que muestra que el sacerdote no ofrece en lugar de los fieles que no ofrecerían  con pleno derecho.

(20) Beato Guerrico de Igny, Sermón 5 sobre la Purificación, PL. 185, 87: “Neque credere debemos quod soli sacerdoti supradictae virtutes sint necessariae, quasi solus consecret et sacrificet corpus Christi. Non solus sacrificat, non solus consecrat, sed totus conventus fidelium qui adstat, cum illo consecrat, cum illo sacrificat”.

(21)Los sacramentos… solo son eficaces si son usados (sic) por ministros ordenados”, p.18¸ también se lee allí que eso “fue consignado en el Código de derecho canónico” y se repite: “por eso (el sacerdote ordenado) es el único que tiene el poder de realizar acciones sacramentales ‘válidas’, es decir reconocidas por el derecho”. Se añade que eso “fue consignado en el código de derecho canónico” y se repite: “por eso (el sacerdote ordenado) es el único que tiene el poder de realizar acciones sacramentales ‘válidas’, es decir reconocidas por el derecho”.

(22)  Según s. Tomás de Aquino, Contra Gentiles IV, 74: esta gracia se da para la “construcción” de la Iglesia; añade que “la gracia de Dios viene en ayuda del ministro”. El muy representativo manual de J. M. Hervé (se cita la edición 50ª y última), Manuale theologiae dogmaticae, Nova editio a C. LArnicot recognita, París, 1962, p. 409 enuncia solamente que la ordenación “infunde un aumento de la gracia” en quien ya tiene la gracia santificante; esto, “para que el ordenado pueda dispensar dignamente los sacramentos. ¡Absolutamente nada se dice de una transformación ontológica!

(23)  Sobre este tema se podrá leer la tesis, anterior al Vaticano II, del jesuita belga, profesor de dogmática en la Gregoriana (Roma), J. Galot, La nature du caractère sacramentel. Étude de théologie médiévale, Bruges, 1957, especialmente p. 224: “Trento quiso expresamente evitar toda determinación relativa a la naturaleza del carácter y no condena ninguna opinión de escuela, ni siquiera la de la relación de razón propuesta por Durand de Saint Pourçain”.  Y también: “(Trento) deja de lado expresamente una calificación del decreto a los Armenios por admitir ella cierta doctrina sobre la naturaleza y la función del carácter”.

(24)  Por tercera vez, p. 19, línea 1: “transferido a un orden de ser diferente”.

(25)  Ver nota 22.

(26)  En la Theologische Realenzyklopädie, en el artículo Amt/Aemter, C.H.Ratschow (Universidad de Marburg) asegura, p. 611: “Es bleibt im Katholizismus zwischen gläubigen Christen und Träger des Amter ein Wesensunterschied (LG 10). Diese ist in den evangelischen Erfassungen des Amtes aber nicht der Fall. (Trad. Permanence en el catolicismo una diferencia de esencia entre los fieles y los portadores del ministerio (LG 10). Pero no es ese el caso en las concepciones protestantes del ministerio)”. Se encuentra la misma interpretación errónea de Lumen Gentium 10 en L´Encyclopédie du Protestantisme (Ed. Du Cerf, 1995) en el artículo Prêtre de P.L.Dubied (Neuchâtel), p. 1208: “Des aspects (de) la figure du prêtre de l´Église romaine du XVI siècle demeurent jusqu´au concile Vatican II inclus (cf. La difference d´essence liée au ministère ordonné)”. Este es el texto de Lumen Gentium: “El sacerdocio común (sacerdotium commune) de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico (sacerdotium ministeriale seu hierarchicum), aunque hay entre ellos una diferencia esencial y no de grado (licet essentia et non gradu tantum differant), sin embargo se ordenan el uno al otro: en efecto, uno y otro, a su manera, participan del único sacerdocio de Cristo”. ¡Solo se puede comprender como esos protestantes si se confunde la persona con la función, leyendo sacerdotes (nomen personarum (nombre de personas)) donde el Vaticano II escribe sacerdotium (nomen actionis (nombre de función))! 

(27)  Los teólogos comprobarán que casi no hay influjo de la renovación litúrgica: poco menos que ausencia de la epiclesis; articulación  insatisfactoria entre uno/todos/algunos (p. 13 el deseo de que todos pronuncien las palabras de la consagración no está refutado fundamentalmente, pero hay un buen desarrollo en p. 14); la fijación sobre la consagración de las hostias está felizmente denunciada como ambigüedad, pero no muy corregida siendo que atraviesa toda la investigación; se deplora, es verdad, la reducción del presbiterado al ministerio sacerdotal, pero su especificidad como ministerio de la Palabra y pastoral está poco desarrollada: parecería que se permite creer que el presbítero es un “decidor de misas válidas”.

(28)  Ver D. Kurze, Pfarrerwahl im Mittelalter, Colonia, Böhlau Verlag, 1966. Esta elección persiste al menos formalmente por ejemplo en la diócesis de Saint Gallen en Suiza.

(29)   Como se lee en el Informe, p.22, si lo comprendemos bien. “La Eucaristía (…) es una mesa que está abierta a personas de diferentes tradiciones religiosas”. No se escribió: “tradiciones cristianas”.

(30)  Ver carta a los Magnesios 7, 2(Sources chrétiennes 10 bis, p. 101). 

(31)  Hacia 250, s. Cipriano escribe: “¿Cree entonces estar con Cristo el que celebra en oposición a los obispos? ¿(…) el que tiene la audacia de erigir otro altar despreciando a los obispos? La unidad de la Iglesia 17 (Sources chretiennes 500, p. 224-227); ver también su Carta 43, 5 “No puede erigirse otro altar, no puede instituirse otro sacerdocio fuera del único altar, fuera del –único sacerdocio”; y Carta 73, 2 en que describe el cisma de Novaciano como “erigiendo el altar contra el altar y ofreciendo sacrificios ilegítimos”.

(32)  “Decir un solo altar es como decir una sola fe, un solo bautismo, una sola Iglesia”, In Isaiam prophetam, 5, 19 (PL 24, 186). 

(33)  “Si estamos en la unidad, ¿por qué dos altares en una misma ciudad?”, In Epist. Joh. 3, 7 (PL 35, 2001).

(34)   “Solo hay un cuerpo de Cristo, una sola Iglesia. Un altar separado del resto del cuerpo no puede consagrar verdaderamente el Cuerpo de Cristo”, Ep 24, 14 ( ed. Gaso-Battle, p. 76).

(35)  El dominicano Y. Congar, que tiene alguna autoridad para interpretar la Lumen Gentium, comprende la constitución sobre la Iglesia de manera muy diferente: “La categoría de pueblo de Dios permite afirmar a la vez (subrayado por el Autor) la igualdad de todos los fieles en la dignidad de la existencia cristiana y la desigualdad orgánica o funcional de los miembros” y añade “la idea de pueblo de Dios, tan rica teológica y pastoralmente, es insuficiente para expresar, por sí sola, la realidad de la Iglesia”, “La Iglesia como pueblo de Dios”, Concilium 1, 1965, pp. 24 y 31-32.

(36)  Esto se entrevió en el Informe p. 13 cuando se describe la ordenación como “acción combinada de ‘abajo’ y ‘arriba’” o, con un vocabulario un poco más afortunado, p. 28 “la imposición de las manos de las Iglesias vecinas expresa la colegialidad entre las comunidades eclesiales locales”.

(37)  El card. W. Kasper fundamenta en este punto el axioma siguiente: “Una comunidad sin sacerdote es una contradicción en sí misma y una celebración de la eucaristía sin el ministerio presbiteral es una cosa imposible… Esto vale también para las situaciones de miseria extrema (…) con mayor razón vale esta regla para nuestra situación de carencia relativa de sacerdotes, es decir que los sacerdotes solo pueden ser remplazados por sacerdotes”, Sacrement de l´unité. Eucharistie et Église, Éditions du Cerf, 2005, p.25 (Sakrament der Einheit. Eucharistie und Kirche, Freiburg im Breisgau, 2004).

(38)  “In conclusion, we would like to emphasize once more that our argument is based on statements of the Second Vatican Council and on publications of professional theologians and pastoral experts which have appeared since this council”.

(39)  La constitución dogmática sobre la Iglesia dice explícitamente “Toda celebración legítima de la eucaristía es dirigida por el obispo”” (n. 26).

(40)  En el Epílogo de la versión francesa de Plaidoyer pour le peuple de Dieu, Paris, 1987, reconoce que “la tarea de demostrar lo bien fundado de las celebraciones de excepción corresponde a quien las considere legítimas”  p. 301, y se lee “mi sumisión a la Constitución (Lumen Gentium) es total, p. 303. Ver nota anterior.

(41)  Es posible que esta posición haya sido expresada por autores neerlandeses que la traducción inglesa del Informe no haya hecho accesibles.

(42)  PO continúa: “Este santo concilio, con todo su afecto, exhorta a los hombres casados ordenados sacerdotes a perseverar en su santa vocación y en el don total y generoso de su vida al rebaño que les ha sido confiado”.

(43)   Este texto aparece constantemente, en Oriente y en Occidente, para ilustrar el régimen sinodal de la Iglesia. Se cita aquí según la traducción de LXX y de la Vulgata: “Frater, qui adiuvatur a fratre, quasi civitas firma et iudicia quasi vectes urbis sunt”; literalmente: un hermano ayudado por un hermano es como una ciudadela y sus juicios son como los cerrojos de una ciudad.

Esta es la traducción española de la carta del Maestro de la Orden de los Predicadores y del documento adjunto del p. Hervé Legrand.

Publicación bajo la responsabilidad de Kerk Hardop, Países Bajos.


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